lunes, 25 de abril de 2011

25 AÑOS DE VENENO EN CHERNOBIL

Hay un lugar a 55 kilómetros de Chenobil que se llama Ivankov. Allí, por cada nacimiento se registran tres muertes. La población tiene una salud muy deteriorada. La mayoría de las embarazadas sufren problemas en la gestación y los niños son los más vulnerables. Muchos padecen problemas de tiroides a causa de la contaminación por el yodo radiactivo.

Estos son algunos puestos de alimentos en el mercado de Ivankov. Supuestamente están libres de radiactividad, pero todos saben que muchos productos no pasan los controles obligatorios. Todo está bajo sospecha. Los alimentos "limpios", los que vienen de fuera de la región son demasiado caros para la mayoría de la gente.

Estuve allí hace cinco años y una de las cosas que me impresionó fue la cantidad de espacio destinado a la venta de alcohol que había en las tiendas de ultramarinos. Tras el accidente nuclear, la tasa de alcoholemia y el desempleo se han disparado.

Éstos son los rudimentarios aparatos que se utilizan para medir la radiactividad en los alimentos. Todos los champiñones que crecen en el entorno de Chernobil son altamente radiactivos. La tierra está contaminada por cesio 137,  estroncio y plutonio.

Ésta es la barrera que indica el inicio de la zona de exclusión, 30 kilómetros en torno a la central nuclear. A partir de aquí entramos en una zona prohibida para la vida. Esta semana las autoridades acaban de asegurar que la zona nunca será declarada habitable. Para pasar esta frontera hay que tener un permiso especial.

Así se ha quedado la guardería de Pripyat, la ciudad donde vivían los empleados de la central atómica. Fueron evacuados con lo puesto, a toda prisa, por eso no les dio tiempo a llevarse a penas nada. Esta muñeca sigue esperando a que vuelvan  a buscarla, pero nadie la quiere tocar. Como el resto de las cosas, está contaminada.

Las aulas de un colegio también detenido en el tiempo. Paralizado concretamente el 26 de abril de 1986. Los alumnos aprendían las bondades de la perestroyka y de la glasnost, la transparencia con la que el Kremlin no gestionó la catástrofe nuclear. Engañó al mundo ocultando la gravedad de lo ocurrido y de sus consecuencias.

Otra muñeca abandonada junto a una máscara anti gas y una zapatilla. 25 años después siguen ahí en el suelo. Sus dueños son víctimas del peor accidente nuclear de todos los tiempos.

Vista del reactor número 4, el que voló por los aires en la catástrofe. Sigue emitiendo veneno a la atmósfera porque está mal sellado. Cuando llueve, el agua se filtra por el tejado y termina arrastrando la radiactividad hasta el subsuelo contaminando los acuíferos, envenenándolo todo. Lo peor es que va a seguir así porque esta semana los países donantes no han sido capaces de recaudar el dinero suficiente para construir un sarcófago definitivo.

Son Mijail y Luvov, una pareja de ancianos que vive en la zona de exclusión, donde supuestamente está prohibido habitar. Dicen que ya son viejos y que no le tienen miedo al cáncer. Recuerdan cuando la zona era fértil. El granero de Europa, la llamaban. Ahora se alimentan de tierras y de animales radiactivos, pero siguen sonriendo.

Ellos son los niños del orfanato de Ivankov, fuera de la zona de exclusión, pero demasiado cerca de la central y de su veneno. Algunos tienen padres, pero como ya he comentado, el paro y el alcoholismo han hecho estragos en esta zona y muchos pequeños acaban abandonados. Chernobil es una zona maldita. La salvación para ellos es pasar temporadas en lugares limpios como España.

Bansky también estuvo aquí y quiso dejar su huella en Pripyat. Sus grafitis hacen que el lugar parezca aún más irreal. 25 años de veneno en Chernobil. La cicatriz sigue abierta.

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