miércoles, 27 de abril de 2011

MIEDO


Salir de casa y mirar hacia atrás. No sentarse nunca de espaldas a la puerta. No bajar la guardia. Escuchar un sonido y girar la cabeza. Captar un movimiento rápido y tensar los músculos.
Las paredes oyen. Las calles observan. No se puede ver, pero se masca, se respira y te deja inmovil. Sí, el miedo paraliza.
Cuando hablo estos días con ciudadanos sirios, intento imaginarlo. Nadie quiere contar desde allí el infierno que se está viviendo. Nadie acepta que grabemos la conversación telefónica para que se emita por la tele, ni siquera ocultando su identidad. Es demasiado peligroso. Todos los teléfonos están pinchados. Todos se observan unos a otros. El enemigo puede estar detrás de ti, o junto a ti, viviendo contigo. Cualquiera puede delatarte porque en eso consiste el control social que protege las dictaduras.
Bashila es siria y vive en Madrid. Cuenta que toda su familia política es de Deráa, la ciudad donde comenzaron las protestas y la más castigada por el fuego de Bachar el Assad.
La situación allí es dramática. Los ciudadanos llevan cuatro días sin alimentos, sin apenas agua, sin electricidad. Están aterrorizados. Los cadáveres de las víctimas de la represión se pudren en las calles. Nadie sale a buscarlos por miedo. Los francotiradores del régimen disparan a todo lo que se mueve.
La gente está atrincherada en sus casas sin saber si sus vecinos están vivos o muertos. Los militares, dice Bashila, han entrado como bestias a las viviendas. Buscando jóvenes, buscando cualquier rastro que huela a disidencia.
Ella no habla con su familia desde hace cuatro días. Todas las comunicaciones están cortadas. Tampoco quiere que la grabemos con cámara de televisión. No podría perdonarse comprometer a los suyos. Porque en Siria, todo se sabe, todo se relaciona y todo se castiga. Porque Bashila tiene miedo y el miedo paraliza.
Aiman tampoco quiere que hablemos con su hija, Naima, que vive en Damasco. Ella no puede decir nada por teléfono. No se atreve. Aimán nos cuenta que el otro día la pararon en un control de carretera y la obligaron a dar marcha atrás. Media Siria está incomunicada, dice Aimán. Los militares no dan explicaciones. Se inventan excusas. No se puede pasar y punto.
Nadie. Ningún ciudadano sirio quiere contar desde allí la pesadilla. Por eso me impresiona más aún el valor de los que salen a manifestarse. Los que marchan frente a tanques que disparan. Los que ya no pueden más y, desafiando a la muerte, han logrado vencer el miedo.  Porque el miedo paraliza.

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